En la Argentina de los años 90, durante la presidencia de Carlos Menem, un escándalo sacudió los cimientos de la democracia: la 'Servilleta de Corach'. La historia cuenta que en un simple trozo de papel, el entonces Ministro del Interior, Carlos Corach, tenía una lista de jueces federales leales al poder. Esta denuncia, hecha por el exministro Domingo Cavallo, se convirtió en el símbolo de una justicia manipulada y dio vida al término 'jueces de la servilleta'. En este artículo, vamos a desentrañar esta historia. Te contaré, desde mi experiencia cubriendo la política de esos años, cómo nació la controversia, quiénes fueron sus protagonistas y por qué, décadas después, la sombra de esa servilleta sigue planeando sobre los tribunales argentinos, recordándonos la frágil línea que separa la justicia del poder.

Tabla de Contenido
- ¿Qué fue la Servilleta de Corach? El origen de la polémica
- Los protagonistas: ¿Quiénes eran los 'Jueces de la Servilleta'?
- El legado: La sombra de la servilleta en el siglo XXI
El Origen del Escándalo: ¿Qué fue la Servilleta de Corach?
Para entender de qué hablamos cuando mencionamos la famosa 'Servilleta de Corach', tenemos que viajar en el tiempo a la Argentina de mediados de los 90. Recuerdo bien esa época, bajo el segundo gobierno de Carlos Menem. Era un tiempo de cambios drásticos: privatizaciones, el 'uno a uno' del Plan de Convertibilidad que nos dio una estabilidad casi ficticia, pero también un clima denso, cargado de denuncias de corrupción y una sensación de que el poder se concentraba cada vez más. En ese ambiente, una simple servilleta se transformó en el ícono de la relación peligrosa entre la política y la justicia. El término explotó en 1996, cuando Domingo Cavallo, que había sido el todopoderoso Ministro de Economía de Menem, salió del gobierno y lanzó una bomba mediática contra su ex compañero de gabinete, el Ministro del Interior, Carlos Corach. Cavallo aseguró que Corach le había mostrado una servilleta con una lista de jueces federales que eran 'amigos' del gobierno. En criollo: magistrados que supuestamente respondían a los intereses de la Casa Rosada. La imagen era tan potente y gráfica que se grabó a fuego en la mente de todos los argentinos. De repente, empezamos a hablar de la servilleta de Corach y de 'los jueces de la servilleta'. Este apodo despectivo encapsulaba la sospecha de que su lealtad no estaba con la ley, sino con el poder de turno. El escándalo trascendió la anécdota. Se convirtió en la prueba visible de lo que muchos sospechaban: la existencia de un sistema diseñado para garantizar impunidad a funcionarios y empresarios cercanos al menemismo. Los llamados 'jueces servilleta' eran vistos como piezas clave de ese engranaje, capaces de archivar causas sensibles o dictar sentencias a medida. Corach, un operador político de una astucia legendaria, siempre negó que la servilleta hubiera existido. La llamó un 'mito urbano', una jugada política de Cavallo. Pero para entonces, el daño ya estaba hecho. El concepto se había independizado del objeto físico y representaba un sistema de favores que carcomía la confianza en las instituciones. Este episodio fue un punto de inflexión. Puso sobre la mesa el debate sobre la necesaria división de poderes. Se empezó a cuestionar cómo, durante el menemismo, se habían creado nuevos juzgados federales, una movida que muchos interpretaron como una estrategia para nombrar jueces afines. Nombres como Claudio Bonadio, que había sido funcionario de Corach antes de ser nombrado juez, alimentaban estas sospechas. La controversia de la servilleta se volvió un enorme dolor de cabeza para el gobierno de Menem y nos dejó una herida profunda en la confianza ciudadana, una herida que, como veremos, aún hoy sigue sin cerrar del todo.

Los Protagonistas y el Sistema: ¿Quiénes eran 'Los Jueces de la Servilleta'?
La historia de la 'servilleta' no estaría completa sin ponerle rostro a sus protagonistas. Más allá de la disputa pública entre Corach y Cavallo, la atención se centró de inmediato en los magistrados señalados. Aunque nunca existió una lista oficial y la famosa servilleta jamás apareció, en los pasillos de los tribunales y en los medios de comunicación de la época, ciertos nombres sonaban con más fuerza que otros. Eran, en su mayoría, jueces federales que habían sido nombrados durante el gobierno de Menem y cuyas decisiones en casos de alto voltaje político generaban, como mínimo, suspicacias. Entre los más mencionados estaban Claudio Bonadio, Norberto Oyarbide, Jorge Ballestero o Carlos Liporaci. Cada uno con su propia historia, pero todos con un común denominador: sus carreras estuvieron salpicadas por la polémica. Claudio Bonadio es quizás el caso más emblemático. Su salto a juez federal en 1994 fue muy cuestionado por su pasado como funcionario del propio Corach. Con los años, se ganó la fama de archivar causas que incomodaban al poder de turno y, tiempo después, con el cambio de gobierno, se convirtió en el azote de sus antiguos aliados, lo que para muchos no fue más que una prueba de su habilidad para adaptarse al poder del momento. Norberto Oyarbide fue otro personaje central de esta trama. Su carrera estuvo llena de escándalos que hubieran terminado con la carrera de cualquier otro juez, pero él siempre lograba sobrevivir, mientras se le atribuían fallos que beneficiaban a figuras del gobierno. Pero el problema no eran solo los nombres, sino el sistema que lo permitía. Durante los años 90, la cantidad de juzgados federales se multiplicó. La explicación oficial era la necesidad de agilizar la justicia, pero la lectura política era otra: se trataba de una estrategia para 'poblar' los tribunales con jueces leales. En aquel entonces, el nombramiento dependía del Presidente con acuerdo del Senado, un mecanismo que facilitaba la elección de perfiles afines. La actuación de estos jueces se manifestaba, según las denuncias, en el 'cajoneo' de expedientes de corrupción, el cierre de investigaciones contra empresarios amigos o sobreseimientos exprés a funcionarios. Era, en esencia, un sistema de premios y castigos. Un sistema que aseguraba lealtad a cambio de poder, altos sueldos y protección ante posibles juicios políticos. La figura del 'juez de la servilleta' se convirtió en un arquetipo que causó un daño terrible a la credibilidad de la justicia. La idea de que la ley no era igual para todos se instaló en la sociedad, y como veremos, esa percepción ha perdurado mucho más allá del menemismo.

Legado, Consecuencias y la Sombra de la Servilleta en el Siglo XXI
Muchos pensaron que el escándalo de la servilleta se desvanecería con el fin de los años 90, pero se equivocaron. Como experto que ha seguido la política argentina por décadas, puedo asegurar que el fantasma de ese pacto nos persigue hasta hoy. Su legado es una larga sombra de desconfianza que se proyecta sobre nuestra democracia. Una de las consecuencias directas fue el debate sobre la necesidad de reformar la justicia. Se consolidó la idea del Consejo de la Magistratura, un órgano creado en 1994 para seleccionar y remover jueces de forma más transparente. La intención era buena: poner un freno a la influencia política. Sin embargo, la historia de este Consejo ha sido, a su vez, una de luchas políticas internas, demostrando que blindar a la justicia del poder es una tarea titánica. ¿Qué pasó con los protagonistas? Corach se retiró de la primera línea política, pero su nombre quedó grabado para siempre como el arquitecto de ese sistema. Los jueces señalados tuvieron destinos distintos. Algunos fueron destituidos, otros renunciaron acorralados por las acusaciones. Pero varios, como el propio Bonadio, no solo se mantuvieron en sus cargos, sino que siguieron siendo figuras centrales del poder judicial durante décadas, lo que nos habla de la increíble resiliencia de ciertas estructuras. Lo más impactante es la vigencia del término. La expresión 'jueces de la servilleta' se recicló y se adaptó a los nuevos tiempos. Ha sido usada por políticos de todos los colores para atacar a los magistrados que consideran adversarios. Hemos oído hablar de 'jueces K', de 'jueces M', y más recientemente, el concepto reaparece en las discusiones sobre el 'lawfare' o la guerra judicial. Esto demuestra que el problema de fondo, la sospecha de una justicia politizada, sigue intacto. Cada vez que un fallo judicial importante coincide con los intereses del gobierno de turno, la memoria de la servilleta de Corach revive. Funciona como un recordatorio de lo vital que es tener un Poder Judicial independiente para que una República funcione. En definitiva, la 'servilleta' fue mucho más que un chisme político. Fue un síntoma de una crisis institucional que dejó cicatrices profundas. Su historia es una lección fundamental para entender las tensiones de la democracia argentina y nos recuerda que la confianza de la gente en sus jueces no es algo que se deba dar por sentado, sino que se construye cada día, con independencia y apego a la ley, no a una lista escrita en un trozo de papel. Para quienes deseen explorar más sobre el contexto político de esa era, un recurso académico como el estudio 'Las identidades políticas en la Argentina de los años noventa' ofrece una perspectiva muy enriquecedora.