Enrique Peñalosa Londoño es una de las figuras más influyentes y polarizadoras de la política colombiana de las últimas décadas. Este artículo explora en profundidad su trayectoria, desde sus inicios académicos y su primera incursión en la política hasta sus dos períodos como alcalde de Bogotá, que transformaron la capital con proyectos como TransMilenio y una revolucionaria visión del espacio público. Se analiza su compleja carrera, marcada por cambios de afiliaciones políticas y la constante búsqueda de un proyecto nacional bajo la bandera de 'Peñalosa presidente'. Además, se ofrece una mirada a su lado más personal, incluyendo el papel fundamental de su esposa, Enrique Peñalosa Liliana Sánchez, en su vida. A través de un recorrido por sus logros, controversias y su legado en el urbanismo, este texto desglosa las múltiples facetas de un líder que ha dejado una huella indeleble en Colombia, detallando la evolución del 'partido de Peñalosa' y su ideología a lo largo de los años.

El Ascenso de un Urbanista: Los Inicios y la Primera Alcaldía de Peñalosa
La historia de Enrique Peñalosa Londoño es la de un hombre cuya visión del urbanismo y la política ha generado tanto fervientes admiradores como acérrimos críticos. Nacido en Washington D.C. el 30 de septiembre de 1954, su vida estuvo marcada desde temprano por el servicio público, influenciado por su padre, Enrique Peñalosa Camargo, un destacado economista y diplomático. [3] Esta formación inicial en un entorno internacional sentó las bases de una perspectiva global que más tarde aplicaría a los problemas locales de Bogotá. Sus estudios en Economía e Historia en la prestigiosa Universidad de Duke y posgrados en administración pública en París le proporcionaron un andamiaje académico robusto para sus futuras aspiraciones. [2, 12] Antes de saltar a la arena electoral, Peñalosa acumuló experiencia como investigador, profesor universitario y decano en la Universidad Externado de Colombia, donde, curiosamente, conocería a su futura esposa. [3, 7] La relación con Enrique Peñalosa Liliana Sánchez se convertiría en un pilar fundamental a lo largo de su carrera pública y privada. Liliana, quien fue su alumna, se casó con él a los 18 años, y juntos formaron una familia que se mantuvo como su ancla personal en medio de las turbulentas aguas de la política colombiana. [4]
La carrera política de Enrique Peñalosa despegó formalmente en la década de los 90, cuando fue elegido Representante a la Cámara por Bogotá bajo las banderas del Partido Liberal. [2] Desde este primer cargo, su interés se centró inequívocamente en la capital. Su obsesión por Bogotá no era nueva; ya su padre había aspirado a ser el primer alcalde electo de la ciudad. [3] Peñalosa intentó seguir sus pasos en varias ocasiones, compitiendo en consultas internas y elecciones, forjando alianzas y construyendo gradualmente una base política propia. [3] Aunque enfrentó derrotas iniciales, notamment contra Antanas Mockus en 1994, su perseverancia fue inquebrantable. [3, 6] Cada campaña, ganada o perdida, servía para consolidar su imagen y afinar su discurso. Finalmente, en 1997, a través de su movimiento 'Por la Bogotá que Soñamos', y con el apoyo de sectores liberales, alcanzó la Alcaldía Mayor. [3] Este triunfo marcó el inicio de una de las transformaciones urbanas más radicales y discutidas en la historia de América Latina.
Su primera administración (1998-2000) fue un torbellino de proyectos y cambios. Peñalosa implementó una filosofía que priorizaba al peatón y el transporte público sobre el vehículo particular, un concepto revolucionario para la época. Su proyecto insignia, el sistema de autobuses de tránsito rápido TransMilenio, se convirtió en un modelo estudiado y replicado a nivel mundial. [7, 12] Pero su visión iba más allá del transporte. Impulsó la construcción de megabibliotecas, parques como el Tercer Milenio, una extensa red de ciclorrutas y la recuperación del espacio público, a menudo invadido por vendedores o vehículos. [8] Estas políticas no estuvieron exentas de polémica. La restricción del uso del carro (el 'pico y placa') y la organización del 'Día sin Carro' generaron resistencia, y su enfoque en la infraestructura fue criticado por algunos como una desatención a los aspectos sociales más profundos. Sin embargo, su gestión fue ampliamente reconocida por mejorar la calidad de vida y la autoestima de la ciudad. [7] Durante este intenso período, la figura de Enrique Peñalosa Liliana Sánchez fue crucial, aunque de bajo perfil, enfocándose en programas sociales como la transformación de jardines infantiles. [4] En el trasfondo de su gestión como alcalde, ya se vislumbraba una ambición mayor, la de llevar su modelo de gerencia y visión al plano nacional, una idea que cristalizaría en sus futuras campañas bajo el lema no oficial de Peñalosa presidente. Aunque en este punto no existía un 'partido de Peñalosa' formal, su movimiento cívico actuaba como tal, aglutinando a quienes compartían su visión tecnocrática y desarrollista. El 'Peñalosa partido' era, en esencia, la encarnación de sus ideas sobre la igualdad a través del espacio público democrático. [3] Esta primera alcaldía sentó las bases de su legado, un legado que definiría su carrera y el debate urbano en Colombia por décadas.
La filosofía urbana de Enrique Peñalosa se puede resumir en una de sus frases más célebres: “Una ciudad avanzada no es aquella en la que los pobres tienen carro, sino aquella en la que los ricos usan el transporte público”. Esta premisa guió cada una de sus decisiones, buscando construir una sociedad más equitativa a través del diseño urbano. Para Peñalosa, un andén de calidad, un parque bien iluminado o una biblioteca monumental en un barrio popular son poderosas herramientas de inclusión social. [8] Sostenía que estos espacios democráticos, donde un niño de una familia adinerada y otro de una familia de escasos recursos pueden jugar juntos, son el verdadero motor de la cohesión social. Su administración se enfocó en recuperar cientos de kilómetros de andenes y en la creación de alamedas peatonales, especialmente en las zonas más deprimidas de Bogotá, cambiando la cara de barrios enteros. [7] Este enfoque radical fue disruptivo. Implicó enfrentarse a intereses poderosos, desde los transportadores tradicionales hasta los dueños de vehículos particulares que veían recortados sus privilegios. La implementación de TransMilenio, por ejemplo, requirió una férrea voluntad política para desplazar a miles de autobuses viejos y reorganizar por completo las rutas de la ciudad. Aunque hoy es una parte integral de Bogotá, su nacimiento fue un parto doloroso y controvertido. Las críticas no se hicieron esperar, acusándolo de autoritario y de favorecer un modelo de 'cemento' sobre la inversión social. Sin embargo, el tiempo le daría la razón en muchos aspectos, con ciudades de todo el mundo viniendo a estudiar el 'milagro de Bogotá'. [7] En este torbellino de actividad pública, su vida familiar, con Enrique Peñalosa Liliana Sánchez y sus dos hijos, Renata y Martín, era su refugio. [4, 7] Liliana misma ha descrito a Enrique como un hombre de una disciplina férrea y un amor profundo por su trabajo, pero también como un padre presente y amoroso. [4] Esta estabilidad personal fue sin duda un factor clave que le permitió soportar la inmensa presión de su cargo. Sus aspiraciones políticas, sin embargo, no se detuvieron en la alcaldía; la idea de un proyecto Peñalosa presidente comenzaba a tomar forma en los círculos políticos, aunque aún faltarían varios años y alianzas para que se materializara como una campaña formal. El 'partido de Peñalosa' en esta etapa era más un movimiento de opinión que una estructura burocrática, un 'Peñalosa partido' ideológico que promovía un estado eficiente y un desarrollo centrado en la dignidad humana a través de la infraestructura urbana.

El Interregno y la Ambición Presidencial: Peñalosa en el Debate Nacional
Tras finalizar su primera alcaldía con altos índices de aprobación, Enrique Peñalosa no desapareció del escenario público. [7] Por el contrario, capitalizó su prestigio internacional para convertirse en un consultor y conferencista muy solicitado en temas de urbanismo y desarrollo sostenible. [7, 12] Asesoró a gobiernos de Asia, África y toda América Latina, llevando su modelo de ciudad a un público global. Esta etapa consolidó su imagen como uno de los pensadores urbanos más importantes del mundo. [2] Sin embargo, su corazón y sus ambiciones políticas seguían en Colombia. El período entre sus dos alcaldías (2001-2015) estuvo definido por una búsqueda constante de la plataforma política adecuada para lanzar su proyecto nacional, una campaña que lo llevaría a ser Peñalosa presidente. Este fue un tiempo de alianzas cambiantes y reconfiguraciones ideológicas, donde el concepto de un 'partido de Peñalosa' fue fluido y pragmático.
Inicialmente ligado al Partido Liberal, Peñalosa se distanció progresivamente para cultivar una imagen de independencia. En 2009, se unió a otros dos exalcaldes de Bogotá, Antanas Mockus y Lucho Garzón, para formar el Partido Verde. [2, 20] Esta alianza fue vista como una bocanada de aire fresco en la política colombiana, una tercera vía que prometía superar la polarización tradicional. La coalición generó una inmensa expectativa, culminando en la 'ola verde' de 2010. Aunque Peñalosa fue derrotado por Mockus en la consulta interna para la candidatura presidencial, su participación fue clave para consolidar al partido como una fuerza política relevante. [20] La campaña de 2014 sería su oportunidad. Elegido candidato presidencial de la Alianza Verde, Enrique Peñalosa se enfrentó al reto de traducir su éxito como gerente urbano en un discurso convincente para todo el país. [2] Su campaña se centró en la eficiencia, la lucha contra la corrupción y la promesa de llevar la 'gerencia' a la Casa de Nariño. No obstante, los resultados no fueron los esperados, quedando en quinto lugar. [2] Esta derrota electoral fue un duro golpe, pero no el fin de sus aspiraciones. Durante estos años de campañas y consultorías, la vida personal de Enrique Peñalosa Liliana Sánchez también vivió transformaciones. La exposición pública trajo consigo un mayor escrutinio, y la pareja tuvo que navegar las complejidades de mantener una vida familiar estable bajo los reflectores de la política nacional. Liliana, aunque siempre discreta, fue una figura de apoyo constante en cada una de sus candidaturas, personificando la dimensión humana del político. [4]
Este período también estuvo marcado por fuertes controversias que pusieron a prueba su temple. La más notable fue el debate sobre sus credenciales académicas. Opositores políticos y periodistas cuestionaron la validez de sus títulos, alegando que presentaba sus estudios de posgrado en París como un doctorado cuando, según ellos, no lo era. [2] Peñalosa se defendió argumentando que se trataba de una campaña de desprestigio y que sus estudios eran equivalentes y de alto nivel. [2] Aunque el asunto se aclaró formalmente, la polémica dejó una marca en su imagen pública y fue utilizada repetidamente por sus adversarios para atacarlo. Estas controversias reflejaban la naturaleza polarizante de su figura: para sus seguidores, era un visionario atacado por la politiquería; para sus detractores, un tecnócrata arrogante con debilidades ocultas. La búsqueda del 'Peñalosa partido' perfecto continuó. Después de su paso por la Alianza Verde, se acercó a otros movimientos. Para su exitosa campaña a la alcaldía en 2015, se inscribió por firmas con el movimiento 'Equipo por Bogotá', pero recibió el aval de partidos como Cambio Radical y el Partido Conservador. [2] Esta capacidad de moverse entre diferentes espectros ideológicos demostraba su pragmatismo, pero también le valía críticas por una supuesta falta de coherencia partidista. Lo que quedaba claro es que el verdadero 'partido de Peñalosa' era Peñalosa mismo, con un conjunto de ideas firmes sobre el gobierno y la sociedad que trascendían las etiquetas partidistas tradicionales. Su insistencia en volver a la alcaldía, después de dos intentos fallidos en 2007 y 2011, demostraba, según su esposa Liliana Sánchez, una increíble perseverancia y fe en su proyecto para Bogotá. [9] El sueño de ser Peñalosa presidente quedaba en pausa, pero su regreso al Palacio Liévano le daría una nueva y poderosa plataforma para demostrar, una vez más, la eficacia de su modelo.
La visión de Enrique Peñalosa para Colombia, encapsulada en su aspiración de ser Peñalosa presidente, era una extrapolación de su modelo de ciudad. Proponía un país gestionado con eficiencia de empresa privada, enfocado en grandes proyectos de infraestructura como motores de desarrollo y equidad. Hablaba de conectar las regiones con autopistas de clase mundial, de modernizar los puertos y de invertir masivamente en educación y seguridad. Su discurso era el de un gerente, no el de un político tradicional. Prometía 'obras, no carreta', una frase que resonaba con un sector de la población cansado de la retórica y la corrupción. Sin embargo, este enfoque también era su talón de Aquiles. A nivel nacional, sus propuestas eran a menudo percibidas como frías, demasiado técnicas y desconectadas de las complejas realidades sociales y culturales de las diversas regiones de Colombia. Sus críticos argumentaban que su modelo, exitoso en un entorno urbano como Bogotá, no era necesariamente aplicable al campo, a las zonas de conflicto o a las comunidades con cosmovisiones distintas. La complejidad del país, con su diversidad étnica y sus profundas heridas históricas, parecía desbordar el marco tecnocrático de Peñalosa. El 'partido de Peñalosa', como amalgama de fuerzas políticas (desde los Verdes hasta los Conservadores), reflejaba esta tensión. [2] Intentaba construir una coalición de centro-derecha pragmática, pero la diversidad de sus aliados a menudo generaba conflictos internos y mensajes contradictorios. [2] Por ejemplo, su acercamiento al expresidente Álvaro Uribe en la campaña a la alcaldía de 2011 le costó el apoyo de muchos votantes de centro e izquierda, que lo veían como una traición a los principios de la 'ola verde'. [6] Esta decisión estratégica, aunque fallida, demostró su disposición a forjar las alianzas que considerara necesarias para alcanzar el poder. En el plano personal, la constante actividad política tuvo un costo. La relación de Enrique Peñalosa Liliana Sánchez, que había sido un pilar durante décadas, enfrentó desafíos, incluyendo rumores y especulaciones mediáticas sobre su vida privada que surgieron hacia el final de su segunda alcaldía, indicando una posible separación. [14] Estas presiones son un recordatorio del sacrificio personal que a menudo exige la vida pública. Pese a los reveses en sus campañas presidenciales, Peñalosa nunca abandonó la arena del debate nacional. Continuó siendo una voz influyente, un referente obligado tanto para quienes apoyan su visión como para quienes se oponen a ella. Su segunda elección como alcalde de Bogotá en 2015 fue, en muchos sentidos, una reivindicación. El electorado capitalino, después de tres gobiernos de izquierda, optó por volver a su modelo de 'gerencia y cemento', dándole una nueva oportunidad para completar la transformación que había iniciado casi dos décadas antes y, de paso, revitalizar sus credenciales para una futura contienda por el 'Peñalosa partido' y la presidencia.

El Regreso al Poder y el Legado de un Político Incombustible
La segunda alcaldía de Enrique Peñalosa (2016-2019) fue, en muchos aspectos, una continuación y profundización de la primera, pero en un contexto político mucho más polarizado. Su victoria, obtenida con el movimiento 'Equipo por Bogotá' y el apoyo de una coalición de centro-derecha, fue vista como un mandato para enderezar el rumbo de la ciudad tras la controvertida administración de Gustavo Petro. [2, 6] Peñalosa llegó con un ambicioso plan de obras, prometiendo resolver los grandes problemas de movilidad y desarrollo urbano que, según él, se habían agravado. Sin embargo, se encontró con una oposición feroz, no solo en el Concejo de la ciudad sino también en las calles y en las redes sociales. [22] Uno de los ejes centrales de su segundo mandato fue el proyecto del Metro de Bogotá. Aquí se produjo uno de sus enfrentamientos más emblemáticos con su predecesor y futuro adversario presidencial, Gustavo Petro. Peñalosa descartó los estudios del metro subterráneo que había dejado contratados la administración Petro y, en su lugar, impulsó un proyecto de metro elevado, argumentando que era más económico, rápido de construir y menos disruptivo. [19] Esta decisión partió en dos a la opinión pública y se convirtió en el símbolo de dos visiones de ciudad contrapuestas. A pesar de las críticas y las batallas legales, Peñalosa logró firmar el contrato para la construcción de la primera línea del metro elevado, un hito que consideró uno de sus mayores legados. [19] Para él, esta era la prueba definitiva de su capacidad de ejecución frente a la 'parálisis por análisis' que atribuía a sus opositores. Esta gestión consolidó su imagen de gerente eficaz para sus seguidores, pero también la de un político terco e impositivo para sus críticos.
Más allá del metro, su segundo mandato se enfocó en la expansión del sistema TransMilenio, la construcción de nuevos hospitales y colegios, y la continuación de su política de recuperación del espacio público y creación de parques. [8, 13] Logró la construcción de millones de metros cuadrados de nuevo espacio público, consolidando a Bogotá como una de las ciudades con mejores indicadores en este aspecto a nivel mundial. [8] No obstante, cada proyecto parecía nacer envuelto en controversia. La propuesta de urbanizar parte de la reserva Van der Hammen, la venta de la ETB (Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá) o sus políticas de seguridad y desalojo de vendedores ambulantes, le granjearon una constante oposición y un desgaste significativo en su popularidad. [22] A pesar de ello, su administración siguió adelante bajo el lema no oficial de ser 'impopulares pero eficientes'. [13] En el ámbito personal, este fue un período complejo. La intensa presión del cargo y la exposición mediática constante pusieron a prueba la resiliencia de su entorno familiar. Fue durante estos años que los rumores sobre una crisis en el matrimonio de Enrique Peñalosa Liliana Sánchez se hicieron más fuertes, marcando un difícil capítulo personal en medio de su agitada vida pública. [14] Políticamente, este segundo mandato revitalizó sus aspiraciones presidenciales. La idea de Peñalosa presidente volvió a tomar fuerza, presentándose como el único capaz de replicar la 'gerencia' de Bogotá a escala nacional para contrarrestar el ascenso de la izquierda populista que encarnaba Petro. El 'partido de Peñalosa' se consolidó como una coalición de centro-derecha, conocida como Equipo por Colombia, junto a otros exalcaldes como Federico Gutiérrez y Alejandro Char. [2] Sin embargo, en la consulta de 2022, obtuvo el resultado más bajo, demostrando una vez más la dificultad de traducir su appeal bogotano en un respaldo nacional. [19]
El legado de Enrique Peñalosa es innegablemente complejo y multifacético. Es imposible entender la Bogotá contemporánea sin analizar el impacto de sus dos administraciones. Sus defensores lo ven como un visionario que modernizó la capital, la hizo más equitativa a través del urbanismo y la dotó de infraestructuras que mejoraron la vida de millones. [7, 8] Le atribuyen haberle devuelto la autoestima a una ciudad que estaba sumida en el caos y la desesperanza. El 'Peñalosa partido' o, más bien, su ideología, se basa en esta premisa: un buen gobierno es aquel que construye, ejecuta y transforma físicamente el entorno para generar bienestar. Su enfoque en la sostenibilidad, la movilidad pública y los espacios verdes es indiscutiblemente progresista y ha sido reconocido internacionalmente. Por otro lado, sus detractores lo describen como un líder autoritario, un 'vendedor de cemento' con poca sensibilidad social, que gobernó para las élites y las grandes constructoras, y cuyas políticas a menudo generaron exclusión social y conflictos. [18] Lo acusan de tener una visión elitista y de despreciar los procesos de participación ciudadana. Su constante enfrentamiento con Gustavo Petro ha personificado una de las grandes fracturas políticas de Colombia en el siglo XXI: la tecnocracia versus el populismo, el metro elevado versus el subterráneo, una batalla que trasciende lo técnico para convertirse en una lucha de visiones del mundo. Tras dejar la alcaldía, Peñalosa no se ha retirado. Se mantiene como una de las voces más activas y críticas contra el gobierno de Petro, utilizando las redes sociales como su principal plataforma para seguir en el debate público. [19, 21] Sigue defendiendo su modelo y promoviendo sus ideas, preparándose, quizás, para una nueva contienda. Ha anunciado su intención de ser precandidato para las elecciones de 2026, demostrando una vez más su incombustible vocación de poder. [24] La figura de Peñalosa presidente sigue siendo su objetivo final. En esta compleja trama política y personal, la presencia de Enrique Peñalosa Liliana Sánchez ha sido un contrapunto de estabilidad y humanidad. Su historia juntos, desde el aula universitaria hasta el Palacio Liévano, es el telón de fondo de una de las carreras políticas más influyentes y polémicas de la historia reciente de Colombia. Para comprender a fondo las bases de su pensamiento, es útil consultar análisis académicos rigurosos como los que se encuentran en portales de investigación de universidades prestigiosas que analizan sus políticas. Un buen ejemplo puede ser encontrado en el portal de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, que frecuentemente publica investigaciones sobre políticas públicas y urbanismo en Bogotá.
En retrospectiva, la trayectoria de Enrique Peñalosa puede verse como una incansable cruzada por imponer su visión de un buen gobierno. Desde sus primeros días en la política, su discurso se ha mantenido notablemente consistente: la clave para el desarrollo y la equidad reside en la calidad del entorno urbano y en la eficiencia de la gestión pública. [7] Su carrera ha sido una larga batalla contra lo que él percibe como desorden, ineficiencia y populismo. Ya sea promoviendo TransMilenio, construyendo bibliotecas monumentales en barrios obreros o defendiendo su metro elevado, el objetivo subyacente siempre ha sido el mismo: usar la infraestructura como una herramienta para dignificar la vida de los ciudadanos y construir una sociedad más igualitaria. [8] Esta convicción lo ha llevado a chocar frontalmente con sindicatos, comerciantes informales, opositores políticos y activistas. No es un político de consensos fáciles; es un líder que polariza porque sus ideas obligan a tomar partido. Esta naturaleza inflexible es tanto su mayor fortaleza como su principal debilidad. Le ha permitido ejecutar proyectos de enorme envergadura que otros no se atrevieron a empezar, pero también le ha impedido construir puentes con sectores de la sociedad que se sienten excluidos o agredidos por sus políticas. El 'partido de Peñalosa', más que una afiliación formal, es un estado mental: una fe casi religiosa en la planificación, la técnica y la autoridad para resolver los problemas sociales. El 'Peñalosa partido' es, en última instancia, un proyecto de modernización que no siempre tiene paciencia para las complejidades y contradicciones de la democracia. Sus aspiraciones de ser Peñalosa presidente son el paso lógico en esta trayectoria. Él está convencido de que los mismos principios que aplicó en Bogotá pueden y deben ser aplicados para 'ordenar' a Colombia entera. [24, 26] Su visión para el país incluye grandes corredores viales, una economía abierta a la inversión privada y un Estado fuerte que garantice la seguridad. Es un proyecto que apela a un electorado que anhela orden y progreso tangible, pero que genera escepticismo en quienes temen que se sacrifiquen derechos y libertades en el altar de la eficiencia. Y mientras la figura pública de Enrique Peñalosa sigue en la palestra, la historia personal de Enrique Peñalosa Liliana Sánchez ofrece un recordatorio de que detrás de cada líder político hay una dimensión humana, con sus triunfos, sacrificios y complejidades, que a menudo se pierde en el fragor del debate público. [4, 9] Su futuro político es incierto, pero una cosa es segura: Enrique Peñalosa seguirá siendo un actor principal en la vida colombiana, un protagonista imposible de ignorar.