Parroquia Cristo: Más Allá del Templo, un Corazón que Late por la Comunidad

Como alguien que ha dedicado años a entender la vitalidad de nuestras comunidades de fe, puedo decirles que la "Parroquia Cristo" es mucho más que un edificio. Es el epicentro de la vida comunitaria y espiritual en la Iglesia Católica. Este artículo es una guía pensada para que descubras cómo las diversas advocaciones de Cristo —desde el majestuoso Cristo Rey hasta el comprometido Cristo Obrero, pasando por el vibrante Cristo Misionero, el consolador Cristo Redentor y el esperanzador Cristo Resucitado— no solo definen la identidad de una parroquia, sino que impulsan su misión en el mundo de hoy. Exploraremos la riqueza teológica y la diversidad de carismas que animan estas comunidades, que son verdaderos hogares de fe, esperanza y caridad, siempre adaptándose para responder a los desafíos contemporáneos y mantener viva la presencia de Jesús entre nosotros. Te prometo una visión completa y, sobre todo, muy humana de estos pilares de nuestra fe.

Fachada de una imponente Parroquia Cristo Rey, con una arquitectura que evoca la soberanía y la majestuosidad, un lugar de fe para la comunidad.

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El Corazón de la Comunidad: Entendiendo la Parroquia Cristo y su Profundo Sentido

Cuando la gente me pregunta qué hace especial a una parroquia, siempre les digo que es el latido de la fe de un barrio. En el corazón del catolicismo, la parroquia es esa unidad vital donde nos reunimos, celebramos los sacramentos y vivimos nuestra fe día a día. Es, como tan bellamente lo describe el Papa Francisco, nuestra "casa en medio de las casas", un verdadero faro de espiritualidad y un centro de caridad palpable.

Ahora, cuando una parroquia lleva el nombre de "Cristo", la cosa cambia. No es solo un nombre bonito; esta dedicación permea cada rincón de su ser y de su misión. Una parroquia dedicada a Cristo es, en esencia, una comunidad que busca reflejar de forma explícita y central la persona de Jesús como el pilar fundamental de su existencia. Aquí, el enfoque no está en un santo o una advocación mariana (que también son preciosas, claro), sino directamente en el Salvador mismo, el Alfa y el Omega de nuestra fe cristiana. Pero aquí viene lo fascinante: la inmensa riqueza de la cristología permite que esta devoción se manifieste a través de diferentes títulos o misterios de la vida de Jesús. Esto da lugar a comunidades con carismas y enfoques pastorales increíblemente diversos y complementarios. [42]

Mi experiencia me ha enseñado que explorar estas advocaciones nos abre una ventana a la multifacética misión de la Iglesia en nuestro mundo. Desde la solemne Parroquia Cristo Rey, que proclama la soberanía universal de Jesús, hasta la humilde Parroquia Cristo Obrero, que dignifica el trabajo humano como camino de santificación. Cada una de estas comunidades, como la llena de esperanza Parroquia Cristo Resucitado, la evangelizadora Parroquia Cristo Misionero, o la sacramentalmente centrada Parroquia Cristo Redentor, nos ofrece una perspectiva única del inmenso misterio de Dios hecho hombre.

La Majestad del Siervo: La Parroquia Cristo Rey

Permítanme un momento para contarles sobre la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 con la encíclica Quas Primas. Imaginen el contexto: un siglo XX convulso, con un creciente secularismo y el surgimiento de regímenes totalitarios que negaban la autoridad de Dios. Pío XI, con una visión clara, quiso reafirmar el señorío de Jesús sobre toda la creación, sobre nosotros, nuestras familias y nuestras naciones. Por eso, una Parroquia Cristo Rey nace con una vocación teológica muy, muy clara: ser un testimonio público de que el verdadero poder, la gloria y el honor, pertenecen solo a Cristo.

Pero ¡ojo!, este reinado no es como los del mundo. Jesús mismo lo aclaró ante Pilato: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:36). Es un reino de verdad, justicia, amor y paz. Este doble concepto de majestad y servicio es el que define la vida de estas parroquias. Arquitectónicamente, muchas de las que vi construidas a mediados del siglo XX, suelen tener diseños imponentes, con torres elevadas, mosaicos grandiosos o esas estatuas majestuosas de Cristo en el trono, buscando inspirar asombro y reverencia. [6, 8] ¿Un dato curioso? La primera parroquia del mundo dedicada a esta advocación se estableció en Cincinnati, Ohio, en 1926, lo que muestra lo rápido que prendió esta devoción. [11]

Desde el punto de vista pastoral, una comunidad bajo este título frecuentemente pone un fuerte énfasis en la Doctrina Social de la Iglesia. Se enseña a los fieles que reconocer a Cristo como Rey implica trabajar por la justicia social, defender la dignidad humana desde el instante de la concepción hasta la muerte natural, y ordenar la sociedad según los principios del Evangelio. Los grupos de laicos en estas parroquias suelen estar especialmente enfocados en la formación política, la defensa de la vida y la familia, y la caridad organizada, todo como expresión de la soberanía amorosa de Jesús. La liturgia aquí, especialmente en su fiesta patronal, se celebra con gran solemnidad, buscando ser un reflejo terrenal de la liturgia celestial. A menudo, estas comunidades también cultivan una fuerte devoción eucarística, viendo en la Hostia consagrada al Rey que se hace presente de manera humilde y real. La existencia de estas parroquias es un recordatorio constante de que, por encima de cualquier poder terrenal, hay una autoridad suprema basada en el amor y el sacrificio. Es un llamado a la conversión personal y social, a someter todas las áreas de nuestra vida al señorío de Cristo. En este marco, el trabajo de otras comunidades, como la Parroquia Cristo Obrero o la Parroquia Cristo Misionero, puede interpretarse como la extensión práctica del reinado de Jesús en el mundo laboral y en las fronteras de la fe.

El Precio de la Salvación: La Parroquia Cristo Redentor

La advocación de Cristo Redentor, para mí, siempre ha sido un nudo en la garganta, porque se centra en uno de los misterios más profundos de nuestra fe: la obra salvífica de Jesús a través de su Pasión, Muerte y Resurrección. [3] Una Parroquia Cristo Redentor es una comunidad que vive con una conciencia aguda del amor inmenso de Dios, manifestado en el sacrificio de la Cruz. El término "Redentor" viene del latín redimere, que significa "comprar de nuevo" o "rescatar". Esta idea de rescate de la esclavitud del pecado es el corazón de su espiritualidad.

La vida pastoral en estas parroquias suele girar, con mucha fuerza, en torno a los sacramentos, especialmente la Reconciliación (Confesión) y la Eucaristía, que son los medios por excelencia a través de los cuales se aplica la gracia de la redención. Es muy común encontrar en estas iglesias un fuerte énfasis en la adoración eucarística, con capillas del Santísimo Sacramento muy concurridas y horarios de confesión amplios. La comunidad es constantemente invitada a meditar en la Pasión de Cristo, a través de prácticas como el Vía Crucis, sobre todo en Cuaresma, y a comprender que en el sufrimiento humano, unido al de Cristo, hay un valor redentor inmenso. La iconografía en una Parroquia Cristo Redentor es poderosa. Imágenes del Crucificado, representaciones de la Piedad, o escenas de la Última Cena suelen dominar el espacio sagrado, buscando mover nuestros corazones a la contrición y la gratitud. El mensaje principal es claro: hemos sido comprados a un gran precio (1 Corintios 6:20), y nuestra vida debe ser una respuesta de amor a ese sacrificio.

En su dimensión social, la parroquia se siente llamada a ser un instrumento de redención en el mundo. Esto se traduce en ministerios dirigidos a aquellos que están en diversas formas de "cautiverio": los pobres, los adictos, los presos, los enfermos y los marginados. La pastoral de la salud, los grupos de ayuda a personas con dependencias y las visitas a las cárceles son extensiones naturales del carisma redentor. [15] La comunidad no solo celebra la redención de Cristo en la liturgia, sino que se esfuerza por llevar esa liberación a las situaciones concretas de sufrimiento. Así, la misión redentora se conecta con la misión de la Parroquia Cristo Resucitado, que anuncia el fruto de esa redención: la victoria sobre la muerte. También se vincula con la Parroquia Cristo Rey, cuyo trono es la Cruz desde donde redime al mundo, y con la Parroquia Cristo Obrero, que encuentra en el trabajo y el esfuerzo diario una forma de participar en la obra continua de la redención. La esencia de la Parroquia Cristo Redentor es un llamado constante a no dar por sentada nuestra salvación, sino a vivir en un estado perpetuo de asombro y agradecimiento por el Dios que se abajó para elevarnos. Es un recordatorio de que en cada misa, el sacrificio redentor del Calvario se hace presente, ofreciendo perdón y vida nueva a todos los que se acercan con fe. El Sistema de Nueva Evangelización (SINE), adoptado por algunas de estas parroquias, busca revitalizar la fe de los bautizados, llevándolos a un encuentro personal con Cristo Redentor para que, a su vez, se conviertan en evangelizadores en sus propios ambientes. [3]

Detalle de un vibrante vitral en una Parroquia Cristo Resucitado, mostrando la luz de la resurrección que inunda el sagrado recinto.

Fe en Movimiento: Cómo las Parroquias Cristo Transforman Vidas

Si en la primera parte exploramos el fundamento teológico de estas parroquias que honran a Cristo, ahora quiero que nos adentremos en cómo esa fe se vive en la práctica. Verán, una parroquia no es solo un montón de doctrinas o un lugar de culto; es una comunidad vibrante de personas que, día tras día, intentan encarnar el Evangelio en su entorno particular. Las advocaciones de Cristo Obrero, Cristo Misionero y Cristo Resucitado nos muestran, de manera muy concreta, cómo el misterio de Cristo inspira formas específicas de vida comunitaria, de servicio pastoral y de impacto en el mundo. Estas 'vocaciones parroquiales' nos revelan cómo la fe se convierte en cultura, compromiso y esperanza en el ajetreo diario de los fieles. La Parroquia Cristo Obrero se enraíza en la realidad del trabajo humano; la Parroquia Cristo Misionero vive con la urgencia de anunciar la Buena Nueva; y la Parroquia Cristo Resucitado se sostiene en la certeza gozosa de la victoria de Cristo sobre la muerte. Juntas, y en diálogo constante con la Parroquia Cristo Rey y la Parroquia Cristo Redentor, nos pintan un cuadro completo y fascinante de lo que significa ser Iglesia hoy en el mundo.

La Dignidad del Taller: La Parroquia Cristo Obrero

La figura de Jesús como "el hijo del carpintero" (Mateo 13:55) y, por ende, como trabajador manual, ha sido, desde mi perspectiva, una fuente inagotable de inspiración cristiana. Especialmente a partir del siglo XIX, con la efervescencia de la Doctrina Social de la Iglesia y esa encíclica clave, la Rerum Novarum del Papa León XIII, la Iglesia comenzó a mirar el trabajo con nuevos ojos. La Parroquia Cristo Obrero nace precisamente de esta inspiración y se alza como un poderoso símbolo de la dignidad del trabajo y de la solidaridad con el mundo trabajador. [36, 37]

Estas parroquias, que he visto florecer a menudo en barrios industriales, zonas de clase trabajadora o áreas rurales, tienen una identidad profundamente arraigada en su gente. Su misión no es solo ofrecer consuelo espiritual a los obreros; va mucho más allá: buscan validar su experiencia, sus luchas y sus anhelos desde la fe. Recuerdo con claridad cómo el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, nuestro actual Papa Francisco, fue fundamental en la erección canónica de la Parroquia Cristo Obrero en la Villa 31 de Buenos Aires, un lugar que es un verdadero emblema de la pastoral villera y del compromiso innegociable de la Iglesia con los más pobres. [36]

La pastoral de una Parroquia Cristo Obrero es, sin duda, eminentemente social. [25] Aquí se pone un énfasis robusto en la justicia social, los derechos laborales, las condiciones de trabajo justas y la lucha valiente contra el desempleo. No es para nada extraño encontrar en estas comunidades bolsas de trabajo, programas de capacitación profesional, asesoría legal para trabajadores y un compromiso férreo de Cáritas en la asistencia a familias con dificultades. La fiesta de San José Obrero, el 1 de mayo, es una celebración central, a menudo más sentida y participativa que la del propio patrono del lugar, y se vive como una jornada de profunda reflexión y reivindicación de la dignidad del trabajo.

La espiritualidad de esta comunidad se asienta en la idea de que el trabajo no es una maldición, sino una verdadera vocación, una forma de colaborar activamente con Dios en la obra de la creación y de santificarnos personalmente. El sudor, el esfuerzo y la creatividad de nuestro trabajo diario se ofrecen a Dios como una forma sincera de oración. La teología que emana de estos contextos es una "teología con las manos sucias", que reflexiona sobre Dios desde la fábrica, el andamio o el campo, con la sabiduría que solo da la experiencia directa. [35] La arquitectura de estas iglesias suele ser sencilla, práctica y sin lujos excesivos, utilizando los materiales propios del lugar y reflejando la sobriedad y la fortaleza del mundo obrero. El arte a menudo representa a Jesús con herramientas de carpintero o rodeado de trabajadores, creando una iconografía con la que la comunidad se siente directamente identificada. Una Parroquia Cristo Obrero vive en una tensión creativa con la Parroquia Cristo Rey, recordándonos que el Rey del Universo se hizo siervo y trabajador, y que su trono es también el banco de carpintero. Se conecta intrínsecamente con la Parroquia Cristo Redentor al buscar la liberación de las 'esclavitudes' modernas como la explotación laboral y la pobreza. Y nutre a la Parroquia Cristo Misionero con laicos conscientes de su llamado a ser apóstoles en el vasto y a menudo complejo mundo del trabajo.

El Impulso de la Buena Nueva: La Parroquia Cristo Misionero

"Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación" (Marcos 16:15). Este mandato final de Jesús es, para mí, el verdadero ADN de cualquier Parroquia Cristo Misionero. [14, 26, 31] Esta advocación subraya la naturaleza esencialmente evangelizadora de la Iglesia. Una parroquia que lleva este nombre se entiende a sí misma no como un club exclusivo para los ya convencidos, sino como una 'base de operaciones' desde la cual la fe se irradia hacia afuera, con un vigor innegable. Como tan acertadamente afirmó el Documento de Aparecida, la Iglesia no debe ser autorreferencial, sino que debe estar en un 'estado permanente de misión'.

La vida de una Parroquia Cristo Misionero se caracteriza por un dinamismo constante que a mí, particularmente, me entusiasma. No se conforma con solo mantener a los fieles que ya asisten, sino que desarrolla estrategias activas para llegar a los 'alejados', a los indiferentes y a aquellos que, tristemente, nunca han oído hablar de Cristo. [5] Esto se ve reflejado en su estructura pastoral. Suelen contar con equipos de evangelización que realizan misiones puerta a puerta, organizan eventos en plazas públicas y lanzan campañas de difusión con una creatividad admirable. La catequesis no se limita a los niños de primera comunión, sino que se ofrece en formatos pensados para jóvenes, adultos y familias, entendiendo la formación como un proceso continuo para que todos seamos discípulos misioneros. El Plan de Renovación Parroquial, a veces conocido como Nueva Imagen de Parroquia (NIP), es un excelente ejemplo de la metodología que estas parroquias pueden adoptar, estructurando la vida comunitaria en etapas de encuentro, conversión y un firme compromiso misionero. [5, 16]

Una Parroquia Cristo Misionero sabe que la misión comienza en casa. Por eso, el cuidado de la acogida es primordial. Las personas nuevas que llegan deben sentirse no solo bienvenidas, sino integradas rápidamente en la vida comunitaria. Los pequeños grupos o comunidades eclesiales de base son una herramienta fundamental, ya que permiten un acompañamiento más personal y fomentan relaciones fraternas que son, por sí mismas, un testimonio poderoso. [3] Espiritualmente, estas parroquias cultivan una profunda docilidad al Espíritu Santo, a quien reconocen como el verdadero protagonista de la misión. La oración incansable por la evangelización, las vibrantes vigilias de Pentecostés y la devoción a María, Estrella de la Evangelización, son pilares robustos de su vida de fe. La Parroquia Cristo Misionero se complementa perfectamente con las demás. De la Parroquia Cristo Rey toma el contenido de su anuncio: el Reino de Dios ha llegado. De la Parroquia Cristo Redentor, proclama el corazón del kerigma: Cristo ha muerto y resucitado por nuestra salvación. Se nutre de la experiencia valiosa de la Parroquia Cristo Obrero para llevar el Evangelio al mundo del trabajo y celebra con la Parroquia Cristo Resucitado la victoria que da sentido a todo su esfuerzo apostólico. [7, 18, 19]

Miembros de la comunidad de una Parroquia Cristo Obrero participando en un proyecto de servicio, reflejando la dignidad del trabajo y la solidaridad.

El Camino a Seguir: La Parroquia Cristo en el Siglo XXI y sus Desafíos

He sido testigo de cómo, en un mundo que corre a pasos agigantados —caracterizado por la globalización, la digitalización y una profunda crisis de sentido—, la parroquia, esa institución milenaria que tanto amamos, enfrenta retos que nunca habíamos imaginado. Pero, al mismo tiempo, ¡se le presentan oportunidades nuevas y apasionantes para seguir siendo relevante y fiel a su misión! Las parroquias dedicadas a Cristo, en sus diversas y ricas advocaciones, están llamadas hoy más que nunca a dar respuestas significativas a las preguntas que nos hacemos hombres y mujeres contemporáneos. ¿Cómo resuena hoy el mensaje de un Cristo Rey en sociedades democráticas y pluralistas? ¿Qué significa ser redimido en esta era de la autoayuda y el bienestar personal, donde a veces parece que todo se reduce a "lo mío"? ¿Cómo podemos hablar de la dignidad del trabajo en la economía de los algoritmos? ¿Cómo nos convertimos en misioneros en la aldea global digital? Y quizás lo más importante: ¿cómo anunciamos la Resurrección a una cultura que a menudo parece obsesionada con lo efímero, con lo que pasa rápido?

La Parroquia Cristo, en todas sus facetas —desde la Parroquia Cristo Rey hasta la Parroquia Cristo Resucitado, pasando por la Parroquia Cristo Misionero, la Parroquia Cristo Obrero y la Parroquia Cristo Redentor— tiene una palabra de esperanza y un camino de vida inigualable que ofrecer. Su futuro, estoy convencida, dependerá de su capacidad para ser, como tan acertadamente nos pide el Papa Francisco, una Iglesia 'en salida', un verdadero hospital de campaña y una casa con las puertas de par en par para todos. [12, 28]

Desafíos y Oportunidades en la Era Digital

El siglo XXI ha transformado radicalmente la forma en que nos comunicamos, nos relacionamos y construimos comunidad. Para una institución basada en el encuentro personal como lo es la parroquia, esto representa un desafío enorme, sí, pero también una oportunidad de oro. Pensemos en la Parroquia Cristo Misionero, por ejemplo: ya no puede limitarse a la misión territorial tradicional. [26] El 'continente digital' es hoy, sin duda, uno de los campos de misión más vastos y urgentes. Esto no solo implica transmitir la misa por streaming (que ya es un avance), sino ir más allá: crear verdaderas comunidades online, evangelizar a través de redes sociales con un lenguaje auténtico y atractivo, y ofrecer formación y acompañamiento espiritual a través de plataformas digitales. Las redes sociales oficiales de la Santa Sede, como las cuentas @Pontifex en X (anteriormente Twitter) e Instagram, son un claro y exitoso ejemplo de este esfuerzo por estar presentes en el 'areópago moderno'. [4, 17, 32]

Por su parte, la Parroquia Cristo Obrero se enfrenta a una redefinición del concepto mismo de 'trabajo'. [25] En un mundo de 'gig economy', teletrabajo, automatización e inteligencia artificial, la pastoral obrera no puede seguir anclada en los modelos del siglo XX. El gran desafío es acompañar a los trabajadores en su precariedad, defender nuevos derechos laborales y promover una visión humanista de la tecnología y la economía. La parroquia puede y debe convertirse en un espacio para el 'coworking' con valores, para la formación en nuevas competencias y, sobre todo, para combatir la soledad y el aislamiento que a menudo acompañan a las nuevas formas de trabajo. La Parroquia Cristo Redentor tiene la increíble oportunidad de hablar a las nuevas 'esclavitudes' del siglo XXI. [9] La adicción a la pornografía en internet, la dependencia de las redes sociales, la ludopatía online y esa profunda soledad existencial en un mundo hiperconectado son formas de cautiverio que gritan por la liberación de Cristo. La parroquia puede ofrecer grupos de apoyo, acompañamiento psicológico y espiritual, y una comunidad real como el mejor antídoto a esa virtualidad a veces deshumanizante.

La Parroquia Cristo Rey, a mi parecer, debe proclamar el señorío de Cristo de una forma innovadora. En un mundo que valora la autonomía personal por encima de todo, el mensaje de someterse a un Rey podría malinterpretarse. El reto es presentar el reinado de Cristo no como una imposición, sino como la más grande de las liberaciones. Es mostrar que solo al servicio del 'Rey del Amor' se encuentra la verdadera libertad y la plena realización humana. Esto implica un diálogo honesto y respetuoso con la cultura secular, buscando puntos de encuentro y ofreciendo la razón y la belleza inherente a nuestra fe. Finalmente, la Parroquia Cristo Resucitado es quizás la que tiene el mensaje más contracultural y, a la vez, el más necesario para nuestro tiempo. [7] Frente a una cultura de lo provisorio y el miedo constante al futuro, esta parroquia anuncia una esperanza que nunca defrauda: la vida eterna. Su reto es hacer creíble esta esperanza a través de la alegría desbordante, la caridad fraterna palpable y un cuidado inquebrantable de la vida en todas sus etapas. Debe ser una comunidad que celebra la vida con entusiasmo, que acompaña en el duelo con una serenidad que solo la fe puede dar y que testimonia con sus obras que la muerte, queridos amigos, no tiene la última palabra.

Para abordar en profundidad la doctrina sobre la Iglesia como comunidad, un recurso invaluable que siempre recomiendo es el Catecismo de la Iglesia Católica, que en su tercera parte, sección sobre la Iglesia, detalla su naturaleza como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo, proporcionando el marco teológico esencial para la renovación parroquial en el siglo XXI.

Hacia una Parroquia Sinodal y en Salida

El camino que el Papa Francisco ha trazado con tanta claridad para la Iglesia del tercer milenio es el de la sinodalidad: 'caminar juntos'. Y esto, créanme, tiene implicaciones profundas para la vida parroquial. Una parroquia sinodal es aquella en la que todos los bautizados —laicos, religiosos y, por supuesto, el clero— se sienten corresponsables de la misión. [12] Aquí se superan esos modelos clericales donde el párroco "hace todo", y se fomenta, con fuerza, la participación activa de los laicos según sus propios carismas y talentos. Esto significa crear y fortalecer los Consejos de Pastoral y de Asuntos Económicos, promover ministerios laicales y empoderar a nuestros fieles para que sean los verdaderos protagonistas de la evangelización en sus propios ambientes.

Todas las advocaciones de la Parroquia Cristo se enriquecen inmensamente con este enfoque. En la Parroquia Cristo Rey, son los laicos los llamados a ordenar cristianamente las realidades temporales (la política, la economía, la cultura, el arte...). En la Parroquia Cristo Obrero, son los propios trabajadores cristianos quienes lideran la pastoral en sus sindicatos y empresas. En la Parroquia Cristo Misionero, cada fiel se convierte en un auténtico discípulo misionero en su familia y vecindario, llevando la Buena Nueva con su vida. En la Parroquia Cristo Redentor, son los laicos quienes, con sus propias manos, llevan el consuelo y la ayuda a quienes sufren. Y en la Parroquia Cristo Resucitado, son las familias las que se convierten en pequeños santuarios de vida y esperanza, irradiando la fe desde sus hogares. [19] Ser una 'Iglesia en salida' es la otra cara de esta valiosa moneda. La parroquia, sencillamente, no puede esperar a que la gente venga; debe salir a buscarlos, con alegría y sin prejuicios. [22, 23] Esto implica una verdadera conversión pastoral: pasar de una pastoral de mera conservación a una decididamente misionera, que se atreva a ir más allá de sus muros. [28] Significa abrir las puertas físicas de nuestros templos, sí, pero sobre todo, abrir las puertas del corazón, para acoger sin juzgar, para escuchar las heridas de la gente y para acompañar los procesos personales, por más irregulares que parezcan a primera vista.

Una Parroquia Cristo del futuro será, por tanto, un mosaico vibrante de comunidades más pequeñas y fraternas, conectadas en red pero con una identidad misionera sólida y clara. Será una comunidad que celebra una liturgia viva y orante, que se nutre con avidez de la Palabra de Dios, que se compromete valientemente con los más pobres y que sale sin miedo a las 'periferias existenciales' para anunciar la alegría desbordante del Evangelio. En definitiva, el futuro de la Parroquia Cristo es, ni más ni menos, que volver a su esencia más pura: ser un reflejo vivo, creíble y palpable, en un lugar y tiempo concretos, del corazón compasivo y misionero de Jesucristo, nuestro Rey, Redentor, Obrero, Misionero y Resucitado.