Antanas Mockus: Del Alcalde que Educó a Bogotá a la Alianza que Transformó Colombia

Antanas Mockus es una de las figuras más fascinantes de la política colombiana. He seguido su carrera por décadas, y su historia es un viaje desde la pedagogía disruptiva que transformó a Bogotá como alcalde, hasta su polémico pero coherente apoyo a Gustavo Petro. Este artículo no es solo una biografía; es un análisis profundo de su filosofía de 'Cultura Ciudadana', el fenómeno de la 'Ola Verde' y la evolución de su pensamiento. Exploraremos cómo un hombre que usó mimos para dirigir el tránsito y se bañó en televisión para ahorrar agua, llegó a la conclusión de que su visión de país requería una alianza que muchos consideraron impensable. Es la historia de un maestro que nunca ha dejado de buscar la forma más efectiva de enseñar, incluso si eso significa cambiar el tablero de juego por completo.

Antanas Mockus como alcalde de Bogotá, sonriendo con su icónica tarjeta de pulgar arriba, simbolizando la Cultura Ciudadana.

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El Filósofo que Transformó una Metrópolis: La 'Cultura Ciudadana'

Recuerdo perfectamente la Bogotá de los años 90. Era una ciudad que se sentía al límite del colapso, donde el caos y la desconfianza eran la norma. Y entonces, en medio de ese panorama, irrumpió una figura que desafiaba toda lógica política: Antanas Mockus. Un académico, matemático y filósofo cuyo acto más notorio había sido bajarse los pantalones ante un auditorio estudiantil para pedir silencio. Lo que muchos vieron como una excentricidad, era en realidad un adelanto de su método: la pedagogía a través de símbolos, la convicción de que el cambio real no se impone, se cultiva desde adentro. Fue Gustavo Petro, curiosamente, una de las voces que lo animó a lanzarse a la alcaldía. Con una campaña casi artesanal, Mockus ganó en 1995 y comenzó una de las transformaciones urbanas más estudiadas que he visto.

Su gobierno no se centró en el cemento, sino en una idea revolucionaria: la 'Cultura Ciudadana'. Su premisa era simple y, a la vez, increíblemente profunda: los problemas de una ciudad no son solo técnicos, sino culturales. Entendió que la ley por sí sola no basta si no está respaldada por la moral individual y la regulación social, es decir, el qué dirán. Su gestión fue un gigantesco experimento social. En lugar de policías de tránsito, desplegó 420 mimos que, con humor y sin decir una palabra, exponían a los infractores. Resultó que los bogotanos le temían más al ridículo que a una multa. Lanzó la 'Ley Zanahoria' para reducir el horario de la rumba, una medida impopular que salvó cientos de vidas al disminuir las riñas. Y cómo olvidar su campaña para ahorrar agua: apareció en televisión bañándose y cerrando la llave al enjabonarse. Un gesto sencillo que logró una reducción del 40% en el consumo. Los resultados hablaban por sí solos: la tasa de homicidios cayó un 70% y 63,000 ciudadanos pagaron voluntariamente más impuestos, una muestra de confianza sin precedentes. La clase política tradicional lo llamaba 'loco', pero las cifras demostraban que gobernar también es un acto de educar.

En su segunda alcaldía (2001-2003), consolidó su modelo. Introdujo las famosas tarjetas con el pulgar arriba o abajo para que los ciudadanos se evaluaran entre sí. Eran pequeñas acciones con un impacto gigantesco en la convivencia. En esa época, una alianza entre Mockus y Petro era impensable. Ambos estaban en el campo alternativo, pero representaban estilos muy diferentes. Mockus era el pedagogo cívico; Petro, el implacable senador de oposición. Sin embargo, ambos compartían una profunda crítica al sistema. Mockus le enseñó a Bogotá y a Colombia una lección invaluable: la ciudad es un proyecto de todos y el ciudadano es el protagonista. Su tiempo como alcalde no fue solo una buena administración, fue la prueba viviente de que se puede transformar una sociedad apelando a su inteligencia y a su sentido ético, una base fundamental para entender todas las decisiones que tomaría después.

Antanas Mockus durante la campaña de la 'Ola Verde' de 2010, rodeado de miles de seguidores y sosteniendo un girasol, símbolo de su partido.

La 'Ola Verde' y su Travesía en la Política Nacional

Tras dejar una marca imborrable en Bogotá, el salto de Antanas Mockus a la política nacional era inevitable. Su capital político, basado en la 'Cultura Ciudadana', lo presentaba como una alternativa necesaria frente a las maquinarias de siempre. En 2010, fui testigo de un fenómeno que sacudió al país: la 'Ola Verde'. Al frente del Partido Verde, Mockus catalizó la esperanza de millones de personas, sobre todo jóvenes, que veían en él la decencia y una nueva forma de hacer política. Su campaña fue tan él como sus alcaldías: se negó a atacar a sus rivales, su lema era que “los recursos públicos son sagrados” y su símbolo, un girasol que siempre busca la luz. Las redes sociales explotaron, creando un movimiento ciudadano que lo puso, durante semanas, como el favorito para ganar la presidencia, por encima del poderoso aparato de Juan Manuel Santos.

Pero la 'Ola Verde' se quedó en la orilla. Una campaña de desprestigio brutal y la fuerza de la política tradicional sembraron dudas sobre su capacidad de mando. Lo acusaron de ser un soñador sin la 'malicia indígena' para gobernar un país como Colombia. Al final, Santos ganó. La desilusión fue inmensa, pero el movimiento había demostrado algo crucial: una gran parte de Colombia anhelaba un cambio ético. En ese entonces, Mockus y Petro eran competidores. Petro también fue candidato, representando una izquierda más dura y confrontacional. Nadie imaginaba una alianza. De hecho, para la segunda vuelta, mientras Petro promovía el voto en blanco, el Partido Verde dejó a sus seguidores en libertad. Eran dos lenguajes distintos: Mockus hablaba desde la pedagogía, Petro desde la denuncia.

Después de 2010, Mockus se convirtió en la conciencia moral del Partido Verde. Sin embargo, las dinámicas internas del partido a menudo chocaban con su visión, llevándolo a enfrentar altibajos. A esto se sumó un desafío personal enorme: su diagnóstico de Parkinson. Lejos de esconderse, lo hizo público, convirtiendo su enfermedad en otra lección sobre la resiliencia. En 2018, regresó al Congreso con una votación histórica, solo superada por Álvaro Uribe. Su paso por el Senado fue, como siempre, simbólico. Pero el sistema, a través de una batalla legal, logró anular su curul. Esta experiencia, el ver las trabas del establecimiento desde adentro, fue clave. Para entender por qué apoyó a Petro, hay que considerar este camino: un hombre que lo intentó por la vía moderada y que, tras ver sus límites, empezó a considerar que la única forma de lograr una transformación real era uniendo fuerzas. La historia de ambos es la de dos caminos paralelos que, tras años de recorrido, encontraron un punto de encuentro inesperado.

Imagen simbólica del momento en que Mockus apoya a Petro, mostrando un abrazo entre ambos líderes políticos, sellando su alianza por Colombia.

El Giro Decisivo: La Alianza con Gustavo Petro

Llegamos al capítulo más debatido de su carrera, y para mí, el más revelador: su apoyo decidido a Gustavo Petro. A primera vista, parecía una contradicción: el filósofo de la autorregulación aliándose con un exguerrillero y líder de la izquierda. Pero si se mira con detenimiento, no fue una ruptura, sino la evolución lógica de sus principios. La pregunta clave no es solo por qué lo hizo, sino qué nos dice esta unión sobre Colombia. La relación entre ambos siempre fue de respeto y distancia, pero compartían un enemigo común: un sistema político corrupto y excluyente. A medida que el país se polarizaba, la unión se volvió una necesidad estratégica.

El primer gran paso se dio en 2018. Tras el fracaso de la candidatura de Sergio Fajardo, Mockus y otras figuras del centro decidieron apoyar a Petro en segunda vuelta para hacerle frente al uribismo. Petro, en un gesto simbólico, firmó sobre mármol una serie de compromisos para calmar los miedos que generaba. Aunque no ganaron, la alianza quedó sembrada. El apoyo se hizo definitivo en la campaña de 2022. Justo antes de la segunda vuelta contra Rodolfo Hernández, Mockus publicó una carta respaldando a Petro. Sus razones eran un eco de toda su vida política: creía que Petro protegería la democracia y pondría la vida y la naturaleza como prioridad. Para él, Hernández representaba más de lo mismo, mientras que Petro, a pesar de su pasado, llevaba décadas comprometido con las instituciones. Este espaldarazo fue oro puro para la campaña, atrayendo a votantes de centro. Las críticas fueron feroces, acusándolo de ingenuo y de traicionar sus ideales. Incluso dentro de su propio partido, la Alianza Verde, la decisión causó una fractura.

Sin embargo, desde mi perspectiva como analista de su trayectoria, el apoyo tenía todo el sentido. Su experiencia como alcalde le enseñó que el cambio cultural es posible, pero su paso por la política nacional le mostró la enorme resistencia del poder. Vio en la fuerza electoral de Petro la única palanca capaz de mover esa roca. El abrazo entre ambos la noche de la victoria es una de las imágenes más potentes de nuestra historia reciente. Como bien se puede profundizar en análisis como el de La Silla Vacía sobre su relación, esto no fue un impulso. Fue la decisión calculada de un filósofo que entendió que, para cambiar la cultura, a veces hay que aliarse con el poder político capaz de impulsar los cambios estructurales. El legado de Mockus será complejo: el alcalde de los mimos, el profeta de la 'Ola Verde' y, también, el hombre que con su autoridad moral ayudó a que la izquierda llegara por primera vez al poder en Colombia. Su vida es una lección magistral sobre la política, la ética y la pedagogía.