Este artículo explora en profundidad la rica y compleja historia de la 'cruz de Borgoña', un símbolo que trasciende el tiempo y las fronteras. Originada en el Ducado de Borgoña como devoción a San Andrés, esta enseña fue introducida en España a través de la unión dinástica de Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla. Pronto, el 'aspa de Borgoña' se convirtió en el estandarte por excelencia de la Monarquía Hispánica y sus legendarios Tercios, ondeando en campos de batalla europeos y en los vastos territorios de América. Analizamos su evolución, desde ser la 'bandera borgoña' del imperio donde no se ponía el sol, hasta su posterior sustitución y su resurgimiento como símbolo carlista y su presencia en la actualidad. Profundizamos en el simbolismo de la 'bandera cruz de borgoña', su influencia en otras banderas del mundo y las controversias que a veces la rodean, ofreciendo una visión completa de un icono vexilológico fundamental para entender la historia de España y su legado universal. Acompáñanos en este viaje desde su origen medieval hasta su pervivencia en el siglo XXI.

El Origen Divino y Ducal de Borgoña: De San Andrés a un Imperio
La historia de los símbolos es, en esencia, la historia de la humanidad. Pocos emblemas encapsulan siglos de fe, poder, guerra y expansión como la cruz de Borgoña. Este icónico diseño, una cruz en forma de aspa (o sotuer) de color rojo sobre un fondo generalmente blanco, con sus brazos erizados de nudos que representan ramas podadas, es mucho más que un simple trozo de tela. Es un testigo silente de la fe de un mártir, la ambición de un ducado, la forja de un imperio y las complejidades de la identidad nacional a lo largo del tiempo. Para comprender la magnitud de la bandera borgoña, es imperativo viajar atrás en el tiempo, a sus raíces más profundas, que se hunden tanto en la hagiografía cristiana como en la política feudal de la Europa medieval.
El origen primigenio del símbolo nos remonta al siglo I d.C., en la ciudad de Patras, Grecia. Allí, según la tradición cristiana, el apóstol Andrés, hermano de San Pedro, encontró su martirio. [4] Se dice que, considerándose indigno de morir en una cruz idéntica a la de Jesucristo, pidió ser crucificado en una con forma de 'X'. [3, 9] Esta cruz decusata, el instrumento de su sacrificio, se convirtió para siempre en su atributo iconográfico: la Cruz de San Andrés. Durante siglos, esta cruz lisa fue un símbolo de devoción, pero fue en el corazón de Francia donde adquiriría la forma y el nombre que la harían famosa. El Ducado de Borgoña, un estado poderoso e influyente durante la Baja Edad Media, adoptó a San Andrés como su santo patrón. [5] En un gesto de piedad y afirmación de identidad, los duques de Borgoña transformaron la simple cruz de San Andrés en un emblema propio y distintivo. Añadieron un detalle crucial: los nudos y salientes de las ramas recién cortadas. [6] Esta representación, conocida como aspa de Borgoña, no era lisa, sino rugosa y orgánica, simbolizando la madera viva del árbol con el que se construyó la cruz del mártir. Esta versión "ecotada", como se conoce en heráldica, simbolizaba fuerza, vitalidad y una conexión terrenal con el sagrado acto del martirio. Fue Juan sin Miedo, Duque de Borgoña, quien la utilizó prominentemente como insignia de sus tropas durante la Guerra de los Cien Años, consolidándola como un potente símbolo militar y dinástico. [7]
El verdadero punto de inflexión, el momento que catapultaría esta enseña ducal al escenario mundial, fue un matrimonio estratégico a finales del siglo XV. En 1496, se celebró la unión entre Juana I de Castilla, hija de los Reyes Católicos, y Felipe de Habsburgo, conocido como "el Hermoso", duque titular de Borgoña. [3, 16] Este enlace no solo unió a dos de las dinastías más poderosas de Europa, sino que también fusionó sus símbolos. Felipe llegó a la península ibérica acompañado de su guardia personal, la Guardia Borgoñona, que lucía orgullosamente en sus uniformes y estandartes la ya emblemática cruz borgoña. [2] Tras la muerte de la reina Isabel la Católica, y a través de una serie de complejas sucesiones, Felipe se convirtió en rey consorte de Castilla en 1506. [18] Con él, su emblema personal se introdujo oficialmente en la simbología de la corona española. [1, 7] La bandera de Borgoña había cruzado los Pirineos para no marcharse nunca. Era el inicio de una nueva era, no solo para España, sino para el propio símbolo.
Fue el hijo de Juana y Felipe, Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, quien consolidó el aspa de Borgoña como el principal símbolo militar de sus vastos dominios. [6] Al heredar un imperio en el que "no se ponía el sol", Carlos necesitaba un emblema unificador para sus ejércitos, compuestos por soldados de diversas procedencias. La bandera cruz de borgoña, heredada de su padre, fue la elección perfecta. No representaba exclusivamente a Castilla, a Aragón o a cualquier otro reino peninsular, sino a la nueva realidad imperial de la Casa de Austria. Se dice que su primera aparición como enseña imperial y española en un gran conflicto internacional fue en la Batalla de Pavía en 1525, donde las tropas de Carlos I obtuvieron una victoria decisiva sobre los franceses. [1, 3] Aunque algunas fuentes indican que las aspas en esa batalla eran lisas, sin los nudos característicos, el evento marcó el comienzo de su indiscutible asociación con el poderío militar español. [1, 2] Bajo el reinado de Carlos y, posteriormente, de su hijo Felipe II, la bandera borgoña se convirtió en la enseña por antonomasia de los legendarios Tercios españoles, las unidades de infantería que dominaron los campos de batalla europeos durante más de un siglo. [3, 10] Si bien cada compañía podía tener su propia bandera con colores y escudos particulares, todas compartían la cruz borgoña como elemento común, unificador e inconfundible. [19] Felipe II incluso ordenó que, además de las banderas de compañía, cada Tercio portara una enseña principal de color amarillo con la cruz en rojo, aunque el fondo blanco siguió siendo el más común y reconocible. [3] De esta manera, un símbolo de devoción religiosa y orgullo ducal se transformó en la bandera de Borgoña, el estandarte de la primera superpotencia global de la historia moderna. Su viaje, desde la cruz de un mártir hasta el símbolo de un imperio, es un reflejo de las dinámicas de poder, fe y herencia que definieron la Europa del Renacimiento. La bandera cruz de borgoña no era solo un paño al viento; era la representación visual de una era, un imperio y una identidad en plena y vigorosa expansión por todos los rincones del planeta conocido.

El Estandarte del Imperio: El Aspa de Borgoña en los Tercios y los Océanos
Durante los siglos XVI y XVII, la Monarquía Hispánica alcanzó la cúspide de su poder, y ningún símbolo representó mejor esa hegemonía global que la aspa de Borgoña. Esta enseña dejó de ser simplemente un emblema heredado para convertirse en el corazón visual del Imperio español. Su presencia era ubicua, ondeando desde las brumosas llanuras de Flandes hasta las impenetrables selvas del Yucatán, desde las costas de Filipinas hasta las fortificaciones del Caribe. La bandera borgoña era sinónimo de la autoridad, la fe y, sobre todo, el poder militar de España. Su historia en este periodo está indisolublemente ligada a los hombres que la portaron con orgullo y la defendieron hasta la muerte: los soldados de los Tercios españoles.
Los Tercios, la formidable infantería que fue la envidia y el terror de Europa, adoptaron la cruz de Borgoña como su símbolo principal. [19] Estas unidades militares, precursoras de los ejércitos modernos, combinaban piqueros, espadachines y arcabuceros en una formación casi invencible. La bandera de Borgoña era el punto de reunión en el caos de la batalla, el símbolo de su lealtad no a un señor feudal, sino a un rey y a un imperio. [10] La flexibilidad del diseño permitía una gran variedad. Si bien la disposición más común era el aspa roja sobre fondo blanco, existían innumerables variantes. [2] Dependiendo de la unidad o del capricho del capitán, el fondo podía ser azul, amarillo o incluso ajedrezado, como se puede apreciar en la obra maestra de Velázquez, "La Rendición de Breda". [4] En este famoso lienzo, que captura la caballerosidad y la disciplina de los ejércitos españoles, se pueden observar distintas banderas, pero la bandera cruz de borgoña es protagonista, demostrando su papel central. Felipe II, en su afán por estandarizar y organizar sus ejércitos, decretó que cada Tercio debía portar una bandera principal, llamada "la coronela", que era blanca con la cruz borgoña, mientras que las banderas de las distintas compañías podían variar. [3] Esta uniformidad simbólica reforzaba el espíritu de cuerpo y la identidad imperial de las tropas, que combatían bajo un mismo estandarte sin importar su origen geográfico. El aspa de Borgoña se convirtió así en el terror de los enemigos de España, una visión que anunciaba la llegada de la infantería más letal de su tiempo.
Pero el dominio español no se limitaba a tierra firme. La bandera de Borgoña se hizo a la mar y se convirtió en el pabellón de la Armada española. Ondeaba en los mástiles de los galeones que componían la Flota de Indias, protegiendo las riquezas extraídas de América en su peligroso viaje a través del Atlántico. [1] Adornaba los buques de guerra que patrullaban el Mediterráneo contra los piratas berberiscos y aquellos que se enfrentaban a las flotas inglesas y holandesas en épicas batallas navales. La imagen de la bandera cruz de borgoña reflejándose en las aguas de océanos lejanos era la prueba tangible de la omnipotencia marítima española. Su uso como pabellón naval fue crucial, aunque también sería una de las razones de su eventual reemplazo. En la distancia y con el humo de los cañones, la cruz blanca sobre fondo blanco podía ser difícil de distinguir, un problema que Carlos III abordaría en el siglo XVIII. [11] No obstante, durante más de doscientos años, fue el símbolo indiscutible de los dominios marítimos de España.
La huella de este símbolo es quizás más visible y duradera en el continente americano. La cruz borgoña fue la primera bandera europea que ondeó de forma sistemática en vastas extensiones de lo que hoy son los Estados Unidos, México, Centroamérica y Sudamérica. [9] Desde los fuertes de San Agustín en Florida, la ciudad más antigua de EE. UU. [25], hasta los presidios que defendían la frontera norte de Nueva España, el aspa de Borgoña marcaba la presencia y soberanía españolas. Su legado es tan profundo que ha perdurado incluso después de la desaparición del imperio. Varios estados de EE. UU. que en su día fueron territorio español conservan un eco de este símbolo en sus banderas actuales. Las banderas de Florida y Alabama, con sus aspas rojas sobre fondo blanco, son un claro homenaje a la bandera borgoña que una vez ondeó sobre sus tierras. [2, 25] Este diseño, aunque simplificado a una cruz de San Andrés lisa, es un reconocimiento directo a su herencia hispánica. [24] Más al sur, su influencia también es palpable. El departamento de Chuquisaca en Bolivia y la ciudad de Valdivia en Chile utilizan banderas con la cruz de Borgoña, un recuerdo vivo de su pasado virreinal. [9] Así, la bandera de Borgoña no solo fue un emblema de conquista y administración, sino también una semilla vexilológica que germinó y dejó una marca indeleble en la identidad de numerosas naciones y regiones del Nuevo Mundo. La epopeya imperial de la bandera cruz de borgoña la consolidó como uno de los símbolos más reconocibles y extendidos de la historia, un estandarte que unió bajo una misma insignia a un imperio diverso y geográficamente disperso, dejando un legado que, en muchos lugares, perdura hasta hoy.

Legado, Controversia y Pervivencia de la Bandera de Borgoña
Todo imperio tiene su ocaso, y con él, sus símbolos evolucionan, se transforman o caen en desuso. La historia de la cruz de Borgoña en la era moderna es un fascinante relato de cambio, reapropiación y debate. Aunque su oficialidad como principal enseña de España llegó a su fin, su viaje estaba lejos de terminar. Se convirtió en un poderoso símbolo para movimientos políticos, pervivió en el ámbito militar y dejó una herencia que hoy sigue generando tanto orgullo como controversia.
El principio del fin de la hegemonía de la bandera borgoña llegó con el cambio de dinastía. La llegada de los Borbones al trono español a principios del siglo XVIII, con Felipe V, no supuso una eliminación inmediata. De hecho, durante la Guerra de Sucesión, ambos bandos, el borbónico y el austracista, utilizaron la aspa de Borgoña, lo que a veces causaba confusión en el campo de batalla. [6, 12] Felipe V incluso la ratificó como enseña de sus regimientos en 1707. [19] Sin embargo, el golpe definitivo vino por una necesidad práctica en el mar. El Rey Carlos III, en 1785, decidió buscar un nuevo pabellón naval. La principal razón era la visibilidad: la bandera cruz de borgoña, mayoritariamente blanca, se confundía en la distancia con las banderas de otras naciones borbónicas como Francia o Nápoles, lo que era un grave problema táctico. [8, 11] Se convocó un concurso y el diseño elegido fue la base de la actual bandera rojigualda, mucho más distintiva en el mar. [20] Inicialmente, este cambio se aplicó solo a la marina, y la cruz borgoña continuó siendo la bandera del ejército de tierra durante varias décadas más. Sin embargo, la rojigualda ganó popularidad durante la Guerra de la Independencia y, finalmente, en 1843, un Real Decreto de la Reina Isabel II la estableció como la única bandera nacional de España, reemplazando oficialmente al antiguo estandarte en todas las ramas del ejército. [3, 4] Después de más de tres siglos, la era de la bandera de Borgoña como insignia principal de España había concluido.
No obstante, el símbolo no desapareció. Encontró una nueva vida en el turbulento siglo XIX español, siendo adoptado por el Carlismo. Este movimiento político, que defendía una rama alternativa al trono y un ideario tradicionalista (Dios, Patria, Rey y Fueros), se apropió del aspa de Borgoña como un emblema de la España histórica y católica, en contraposición a la rojigualda liberal. [1] Aunque ya se había usado en la primera guerra carlista, fue en 1935 cuando se oficializó como el emblema del Requeté, la milicia carlista. [21] Esta asociación con el Carlismo y su posterior uso por regimientos carlistas que lucharon en el bando nacional durante la Guerra Civil Española (1936-1939) le confirió una fuerte carga política que aún perdura. [3, 11] Para algunos, esta conexión histórica la tiñe de una ideología específica, asociándola injustamente en ocasiones con el franquismo, a pesar de que el régimen de Franco utilizó principalmente la rojigualda. [22] Esta reapropiación ha llevado a que la exhibición de la bandera de Borgoña sea vista a veces con recelo o como una declaración política, algo que su historia multisecular contradice. Es un claro ejemplo de cómo la memoria histórica puede reinterpretar y dar nuevos significados a símbolos antiguos.
Hoy en día, la cruz borgoña vive una existencia multifacética. Oficialmente, sigue muy presente en las Fuerzas Armadas españolas. Forma parte del Escudo de Armas del Rey de España, aunque se retiró del estandarte real personal de Felipe VI, sigue en guiones y estandartes de la Guardia Real y de numerosos regimientos. [3, 21] También es la base del distintivo de cola (o 'fin flash') que lucen los aviones del Ejército del Aire y de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra, en este caso, una cruz de San Andrés lisa. [5, 7] Más allá del ámbito militar, es un símbolo querido por entusiastas de la historia, grupos de recreación de los Tercios y ciudadanos que ven en ella un emblema del rico patrimonio histórico español, despojado de connotaciones políticas recientes. [10] Su presencia en protestas o por parte de grupos de ultraderecha ha generado polémicas y debates sobre su significado actual. [5, 15] Sin embargo, es crucial, como señalan muchos historiadores, distinguir su inmenso recorrido histórico de su uso por grupos específicos en la historia reciente. Reducir la bandera cruz de borgoña a una ideología del siglo XX es obviar su papel como el estandarte que representó a la Monarquía Hispánica en su cénit. Para profundizar en su complejo legado, es recomendable visitar fuentes de calidad como las que ofrecen portales de museos, como el Museo del Prado y su análisis de 'La Rendición de Breda'. En definitiva, la bandera de Borgoña es un símbolo vivo, un tapiz tejido con hilos de fe, guerra, imperio, política y memoria. Su historia, de casi seis siglos, es un recordatorio de que el significado de una bandera nunca es estático; es un reflejo de las sociedades que la enarbolan, la reinterpretan y la debaten.