Pocos lugares definen a un barrio como la Real Parroquia de Santa Ana define a Triana. Nacida de la promesa de un rey, Alfonso X el Sabio, en 1266, esta iglesia no es solo un monumento; es el corazón vivo de Sevilla. Su historia es la de la propia ciudad tras la Reconquista, siendo la primera iglesia levantada desde cero y un modelo único de arquitectura gótico-mudéjar. En esta guía, te invito a un viaje personal por sus naves, a descubrir los secretos de su impresionante retablo mayor, a sentir el eco de las leyendas que habitan en sus capillas y a entender por qué, para los trianeros, es y siempre será su 'Catedral'. Más que una visita turística, conocer Santa Ana es comprender el alma de Triana.

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Orígenes y Fundación: Un Voto Real que Dio Vida a la Parroquia de Santa Ana
He recorrido incontables veces las calles de Triana, y siempre digo que para entender su alma hay que empezar por su corazón de ladrillo y fe: la Real Parroquia de Santa Ana. Su historia no es una más, sino una crónica que nace de la realeza y la devoción. Nos remontamos al siglo XIII, una época de cambio radical en Sevilla. La fundación de este templo, apodado con justicia la 'Catedral de Triana', no fue un mero trámite, sino el cumplimiento de una promesa personal del rey Alfonso X 'el Sabio'. Cuenta la tradición que el monarca sufría una grave enfermedad en los ojos. En un acto de fe, se encomendó a Santa Ana, madre de la Virgen, prometiendo levantar un templo en su honor si le devolvía la salud. El milagro se obró y el rey, cumpliendo su palabra, ordenó en 1266 la construcción de la primera iglesia de nueva planta en Sevilla tras la reconquista. Esta decisión era profundamente simbólica. A diferencia de otras parroquias que se asentaron sobre antiguas mezquitas, Santa Ana se erigió desde sus cimientos como un estandarte del cristianismo. Su ubicación en Triana, un bullicioso arrabal de marineros y alfareros al otro lado del Guadalquivir, buscaba consolidar la fe y dar servicio a una población en auge. Para esta magna obra, el rey trajo a maestros canteros de Burgos, expertos en el novedoso estilo gótico, y los hizo colaborar con alarifes mudéjares locales, herederos de la tradición andalusí. De esa fusión nació un estilo único que marcaría para siempre la arquitectura sevillana. El templo se concibió con un aire de fortaleza, con robustos contrafuertes y cubiertas almenadas, un recordatorio de que era el primer bastión de la fe fuera de las murallas de la ciudad. Su planta basilical, con tres naves separadas por pilares de ladrillo y piedra, nos habla de esa mezcla de culturas. El ladrillo, material mudéjar por excelencia, dialoga con la piedra gótica de los arcos y las bóvedas, creando una armonía visual que ha sobrevivido casi 800 años de historia, terremotos y transformaciones.
La Catedral de Triana: Arquitectura Gótico-Mudéjar en su Máxima Expresión
Entrar en Santa Ana es como abrir un libro de historia del arte. Se la considera el prototipo de las iglesias gótico-mudéjares de la ciudad, y con razón. En su interior, la verticalidad del gótico, que busca elevar el alma hacia el cielo, se funde con la calidez y la geometría del arte mudéjar. Fíjate en los pilares cruciformes de ladrillo visto que sostienen el templo. De ellos nacen finas columnas de piedra que ascienden para recoger los nervios de las bóvedas de crucería. Es una solución de ingeniería brillante, pero también de una belleza sobrecogedora. Lo que siempre me ha fascinado es cómo los constructores aprovecharon los materiales locales. El uso masivo del ladrillo no era solo práctico, sino una declaración estética, una herencia de la etapa almohade. Si hoy podemos admirar esta desnudez del ladrillo y la piedra es gracias a la restauración del arquitecto Rafael Manzano en los años 70, que liberó a los muros de los revestimientos barrocos posteriores y nos devolvió la visión original del templo. Pero los detalles son lo que marcan la diferencia. Los capiteles que coronan las columnas no son meros adornos; son un catálogo de rostros, leones y castillos que nos cuentan historias de su tiempo. La luz también es protagonista. Los ventanales góticos tamizan la luz exterior, creando una atmósfera de paz e introspección. La torre es el resumen perfecto de la historia del templo. Su base es una torre mudéjar del siglo XIV, pero sobre ella se eleva un campanario barroco del XVII, adornado con los característicos azulejos trianeros. Es un diálogo entre épocas, un monumento que ha sabido integrar cada etapa de su historia para conformar el edificio armónico y lleno de carácter que vemos hoy. Visitarla es, en esencia, entender cómo dos mundos, el cristiano llegado del norte y el andalusí, se dieron la mano para crear un estilo nuevo y genuinamente sevillano.

El Tesoro Artístico de la Iglesia Santa Ana: Un Museo de Fe y Belleza
Si las paredes de Santa Ana hablan de historia, su interior es un auténtico museo que atesora siglos de devoción. Cada pieza cuenta una historia de fe, mecenazgo y arte. La joya indiscutible es su retablo mayor. Contemplarlo es una experiencia que sobrecoge. Realizado a mediados del siglo XVI, es una obra cumbre del Renacimiento andaluz. Las quince tablas pintadas por el maestro flamenco Pedro de Campaña son de una fuerza y un dramatismo extraordinarios, introduciendo en Sevilla las novedades de la pintura italiana. Pero el tesoro de la parroquia trianera se extiende por todas sus capillas. En la nave derecha, me detengo siempre en la Capilla de la Virgen de la Victoria. La imagen que alberga no es una cualquiera; la tradición cuenta que es la misma que acompañó a Fernando de Magallanes en la primera vuelta al mundo. Imaginar a aquellos marinos jurando ante ella en 1519 pone la piel de gallina y nos conecta con la era de las grandes exploraciones. En el suelo, no pases por alto la lápida de cerámica del caballero Íñigo López, del siglo XVI, protagonista de una conocida leyenda local. En la nave izquierda, destaca la Capilla del Capitán Monte Bernardo, del siglo XV, con unas preciosas bóvedas góticas estrelladas. El patrimonio escultórico es igualmente impresionante, empezando por la imagen titular, 'Santa Ana con la Virgen y el Niño', una tierna talla gótica del siglo XIII que preside el altar. El 'Cristo del Calvario', del siglo XVI, es otra obra de una calidad excepcional. Incluso la cerámica, seña de identidad de Triana, tiene un lugar de honor, no solo en la torre, sino en piezas como el panel que representa la tumba de Íñigo López, pintado por el maestro Niculoso Pisano en 1503.
Vida y Alma de Triana: Centro Espiritual y Comunitario
Más allá de su incalculable valor artístico, la verdadera esencia de Santa Ana es ser el corazón que bombea vida a Triana. Durante más de siete siglos y medio, este lugar ha marcado el ritmo vital del barrio. Aquí se han bautizado generaciones de trianeros, se han celebrado bodas y se ha dado el último adiós. Es esta conexión íntima con sus gentes lo que la convierte en un lugar único. El templo es el hogar de varias hermandades, como la de la Madre de Dios del Rosario o la Divina Pastora, que vertebran la vida social y religiosa durante todo el año, desarrollando una importante labor de caridad. Pero si hay un momento en que esta simbiosis entre la iglesia y el barrio explota de alegría es durante la Velá de Santiago y Santa Ana. Cada mes de julio, las calles aledañas se convierten en la fiesta más antigua de Sevilla. Mientras en la parroquia se celebra la solemne novena a la patrona, fuera se vive una fiesta popular con casetas, música flamenca y la tradicional 'cucaña'. Es la perfecta fusión de devoción y alegría, y la iglesia es su epicentro indiscutible. La Semana Santa también la tiene como protagonista histórica, aunque hoy las grandes cofradías del barrio tengan sus propias capillas. En la cultura popular, el templo está rodeado de leyendas que se transmiten de padres a hijos, contribuyendo a su atmósfera mágica. En definitiva, esta parroquia es el resumen perfecto de Triana: histórica y moderna, devota y festiva, monumental y cercana. Es el hogar de la 'abuela' de Triana, como los vecinos llaman cariñosamente a Santa Ana, y como en casa de una abuela, sus puertas siempre están abiertas.

Un Viaje a través de los Siglos: Capillas, Retablos y Secretos Ocultos
Te invito ahora a un recorrido más íntimo, a descubrir los secretos que Santa Ana guarda en sus capillas, auténticos microcosmos de arte y devoción. Cada una tiene su propia personalidad, reflejando el gusto de la época en que fue fundada por un gremio, una familia noble o una cofradía. Empecemos por la nave derecha. Tras pasar la Capilla de San Francisco, llegamos a la de la Virgen de la Victoria, de la que ya hemos hablado por su increíble conexión con la expedición de Magallanes. Justo al lado, la Capilla de Santa Catalina nos regala unas interesantes pinturas sobre tabla del siglo XVI. Pero una de mis favoritas está al fondo, en el ábside: la Capilla del Calvario. El crucificado del siglo XVI es sobrecogedor, pero levanta la vista. La bóveda está cubierta por pinturas barrocas de Domingo Martínez que crean una 'gloria' celestial de un efecto teatral impresionante. Cruzamos a la nave izquierda. Aquí encontramos la Capilla Bautismal del siglo XVII, donde incontables trianeros han recibido el bautismo, y la capilla de la Hermandad de la Madre de Dios del Rosario, con una gran devoción popular. Arquitectónicamente, la joya de esta nave es la Capilla del Capitán Monte Bernardo. Fundada en el siglo XV por un mercader flamenco, sus bóvedas de crucería estrellada son un prodigio del gótico tardío. Es la prueba del virtuosismo que alcanzaron los maestros canteros de la época. Pero los tesoros están por todas partes si sabes mirar. Fíjate en el púlpito gótico de hierro forjado, una obra de una delicadeza increíble. O en la sillería del coro, tallada por Miguel Cano, donde cada relieve cuenta una historia. Uno de los mayores secretos que guardó el templo durante siglos fue su aspecto original. Tras el devastador terremoto de Lisboa de 1755, el interior se cubrió de yesos y estucos barrocos. Tuvimos que esperar a la valiente restauración de Rafael Manzano en los años 70 para que la iglesia se despojara de ese 'disfraz' y nos mostrara de nuevo la belleza sincera de su piel de ladrillo y piedra. Fue un acto de honestidad histórica que hoy nos permite leer el edificio en toda su pureza. Para quienes deseen profundizar en la gestión y actualidad de este y otros templos, la web de la Archidiócesis de Sevilla es una excelente fuente de información. Cada visita a Santa Ana es un nuevo descubrimiento. Siempre hay un detalle en el que no habías reparado, una historia esperando ser contada. Es un lugar para recorrer sin prisa, dejándose envolver por la pátina de los siglos. No es solo un monumento, es un organismo vivo que sigue siendo el alma de Triana.